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Los Rolling Stones hacen historia con su concierto en Cuba

Fue un estallido de música y color. Los Rolling Stones hicieron historia el viernes con un megaconcierto, el primero de su tipo en la isla y el broche de oro con el que cerraron su gira latinoamericana «Olé».

El eléctrico Mick Jagger, con saco negro bordado en rojo y plateado, camisa roja satinada y pantalón negro, subió a un escenario fabricado al aire libre para la ocasión en la Ciudad Deportiva ante medio millón de personas que esperaron por horas para lograr los primeros lugares, ver a sus ídolos y realizar con ellos un ritual de clásicos del rock.

«Hola Habana, buenas noches mi gente de Cuba», lanzó Jagger en perfecto y modulado español ante un público que lo vitoreaba a poco de empezar el concierto que arrancó con el clásico «Jumpin’ Jack Flash».

«Sabemos que años atrás era difícil escuchar nuestra música aquí en Cuba, pero aquí estamos. Pienso que los tiempos están cambiando», agregó el vocalista en relación a las dificultades que las bandas angloparlante tuvieron en los años 60 y 70 en la isla, cuando al calor de la revolución se los silenciaba en las radios y medios bajo el argumento que su estática representaba la decadencia del capitalismo occidental, aunque los isleños se las ingeniaban pasándose los discos de vinilo de mano en mano.

En los años 80 ese contexto cambió, y aunque sus temas se transmitían por la radio y sus conciertos por la televisión, la agrupación nunca había tocado en vivo en la isla.

El concierto también hizo comulgar a varias generaciones de cubanos, desde gente muy joven a personas de más edad que jamás imaginaron vivir un momento así.

«Estamos fascinadas con esta juventud, que no sufrió lo que nosotros para escuchar a los Beatles o a los Rolling», comentó Yolanda Valdés, una ex guía de turismo de 71 años que vino con una amiga; mientras veía pasar grupos de muchachas y muchachas o parejas de adolescentes.

Otras personas trajeron a sus hijos menores y saltaban mientras coreaban las canciones con emoción y lágrimas en los ojos. Hubo globos, fotos con los celulares y no faltaron caras pintadas con la alegórica lengua del logo y gente que hizo de sus ropas un homenaje a la banda.

«Los había visto por la televisión, pero no me identifico tanto. Más bien vine por curiosidad y por acompañar a mi mamá», comentó Daniel Tamayo de 17 años.

Entre los espectadores no faltaron los carteles con mensajes como «We Love Stones» o banderas de países que se declaraban «República Stones», ni las personas vestidas con camisetas que lucían el popular logo de la banda de la boca con la lengua afuera.

Las luces, con fuertes tonos rojos y azules, le pusieron color al ambiente de un sonido impecable. Tres pantallas gigantes en la parte delantera y superior del escenario multiplicaban hasta la enormidad la labor del guitarrista Keith Richards y el carismático baterista Charlie Watts.

El espectáculo derrochó lujo rocanrolero y una docena de cámaras fueron capturando los momentos que se convertirán en un documental, indicaron los organizadores.

Los más apasionados no dejaron de corear «It’s Only Rock `n Roll» o «Angie» e hicieron suyo hasta el delirio el clásico «(I Can’t Get No) Satisfaction» hacia el final del concierto.

La seguridad se garantizó con policías de uniforme y civil desarmados que patrullaron la zona y los accesos, mientras centenares de enfermeros de la Cruz Roja se apostaron por los accesos. No se produjeron disturbios.

El público comenzó a llegar desde el amanecer a las inmediaciones del lugar portando gorras, botella de agua y luciendo sudaderas con la emblemática imagen de la boca roja de los Rolling.

Llegamos a las ocho de la mañana, son 12 horas de espera, pero vale la pena», dijo a la AP Jorge Ricardo, un constructor de 47 años que vino desde la vecina provincia de Matanzas, a unos 200 kilómetros al este de la capital, junto a su esposa, a quien perdió entre el gentío y que por buscarla perdió la primera fila que había logrado conseguir.

Las calles fueron cortadas el jueves en las inmediaciones de la Ciudad Deportiva, el espacio donde se instaló un escenario de metal y todo el equipo de audio del espectáculo, que fue de acceso gratuito.

Yo crecí con los Beatles, con los Rolling, en los años 60 y 70, soy de esa época», dijo emocionado Joaquín Ortiz, un custodio de 62 años. «Después del día de hoy me puedo morir».

También llegaron al lugar muchos turistas que aprovecharon la ocasión para viajar a Cuba y ver a sus ídolos del rock.