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¿Cómo educar para tener hijos triunfadores?

Uno de los mayores anhelos de los padres es tener hijos e hijas capaces de tener éxito en todos los ámbitos que se constituye la vida: profesional, económico, social, cultural y espiritual.

El psicólogo clínico, Dr. Gustavo Piñeiro, responde algunas interrogantes.

¿Cómo pueden los padres convertir este singular y escurridizo anhelo en una hermosa y satisfactoria realidad?

Esta responsabilidad no se realiza automáticamente con el transcurso del tiempo. Los hijos y las hijas dejados a su propio arbitrio no se convierten repentinamente en personas que reciben una corona de laurel o una medalla de oro cuando sean mayores de edad.

Debemos preparar a nuestros hijos para el mundo del futuro. En ese mundo, lo determinante para triunfar será el carácter y no el conocimiento como pudiéramos creer. Tener temple, salir de los fracasos adecuadamente, hacer de los fracasos un desafío y no una tragedia, eso será lo que buscarán los seleccionadores de personal.

Un hijo forjará su carácter si percibe claramente la autoridad –no autoritarismo– de sus padres.

¿Queremos que nuestros hijos no sufran?

Entonces hay que prepararlos para sufrir. No podemos estarles evitando todo el tiempo cualquier posible sufrimiento, sino, ¿cuándo aprenderá? Debe comprender la muerte, los problemas de la vida, los problemas en el trato con sus congéneres.

No debemos resolverles todos los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco los resuelvan ellos mismos. Nadie logra metas exitosas, sin un poco de sufrimiento.

El desafío de padres y educadores de este nuevo siglo, es lograr criar niños saludables, felices, responsables, sensibles y morales, a pesar de las dificultades. Y queremos hacerlo.

Hoy más que nunca debemos apelar a la fortaleza interior de los seres humanos, a su salud emocional para prepararlos para desarrollarse en el mundo real en que les tocó vivir, con sus riesgos y con sus ventajas.

Es la experiencia en la vida y con las personas significativas la que logra el milagro de transformar a un bebé en un ser humano con la suficiente fuerza interior como para enfrentar dificultades y salir airoso.

Por cierto que la fortaleza emocional ni nace con nosotros, ni depende de la instrucción ni del dinero, ni de la raza, clase social o religión. La fortaleza emocional se adquiere, se va aprendiendo desde etapas muy precoces de lo que el niño recibe de su entorno.

Por eso es tan importante que seamos conscientes de nuestra capacidad de impacto en el futuro de nuestros niños y que nos sintamos responsables de su bienestar y fortaleza.

¿Tenemos que ser padres perfectos?

Por cierto que no. De hecho, no existe la manera de serlo. Pero tenemos que buscar nuestra propia manera de ser tan buenos padres y madres como podamos.
Fuente: elsiglo.com