Una mano blandita y otra de hierro
Si una imagen vale por mil palabras, como afirman por ahí, ninguna mejor que esa captada en La Habana por Carlos Barría para Reuters, durante la visita que en la Semana Santa hizo a la capital cubana el presidente estadounidense.
En el momento de la instantánea, finalizaba una conferencia de prensa conjunta del mandatario con su, de ninguna manera, homólogo del Caribe.
En la foto Barack Obama, que se supone es –y a pesar de sus veleidades sigue siendo– el líder del mundo libre y de la potencia más poderosa del planeta, deja caer una mano blandita al final de un brazo extendido con languidez sujetado férreamente por el todavía enérgico octogenario dictador caribeño. Y eso que ya no se trata de Fidel, sino de Raúl.
Fidel Castro ejerció en Cuba mucho tiempo el cargo indiscutible de compañero asesino en jefe. Y no porque lo fuera tanto cuanto por cuestiones de preeminencia, categoría o protocolo. Aunque a los cubanos llegó a parecerles que tendrían que disparárselo por los siglos de los siglos, en determinado momento lo acometieron las calambrinas y dolencias, tan bien descritas por el doctor alemán. Fue entonces que su hermano Raúl –la Raúla, como le dicen no pocos en la isla– por sustitución reglamentaria ocupó la posición.
A la Raúla sí puede llamársele con legitimidad compañero, asesino en jefe. Bastardo, apabullado siempre física e intelectualmente por las brillanteces de su hermano, encima con el remoquete ganado a pulso desde que en la preadolescencia le dio por coleccionar batas de casa de seda. Desarrolló un resentimiento por la humanidad que lo convirtió en el primer miembro de la familia Castro en adoptar a Stalin por capitán.
De ahí en adelante, todo en él ha sido odio. Se conservan fotos y hasta películas de cuando el colita de caballo Raúl, en la Sierra Maestra, vendaba y fusilaba a campesinos y a miembros de su propia guerrilla por considerarlos traidores. Y hasta les daba el tiro de gracia.
En eso apenas el Che Guevara le sacaba delantera. Ahora, desde antes de que llegara Obama, no dejó de decirle que si espera cambiar algo en Cuba está comiendo de lo que pica el pollo, porque lo que necesitaba ser cambiado en Cuba ya lo cambió Fidel hace 60 años.
Entonces, ¿qué nueva bobería es esta de Obama al ir a Cuba? ¿Otra claudicación, como en Corea del Norte, donde el mongólico de turno todos los días de Dios dispara cohetes sobre Corea del Sur y Japón, y amenaza con atacar a Estados Unidos?
¿O como las indecibles desgracias promovidas por esta Casa Blanca en Siria, Libia, Irak, Egipto? ¿Una calamidad semejante a la propiciada en Irán, concediéndoles miles de millones a los ayatolás para que se armen más, continúen odiando a Israel, capturen a nuestros marines, los humillen, los fotografíen, los filmen, difundan las vistas y, ahora, anuncien la construcción de un conjunto escultórico que perpetúe esa hazaña?
Obama dio a entender, a principios de su mandato, que su legado sería recordado como uno de paz y concordia. Las semillas que está sembrando, sin embargo, no auguran nada bueno.
Fuente: prensa.com